Profundiza en tu oración: Isaías 50, 4-7; Salmo 21; Filipenses 2, 6-1
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías 50, 4-7.
En aquellos días dijo Isaías:
«Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi
barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el
rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado ?
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R/.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes
lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11.
Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Lectura del Profeta Isaías 50, 4-7.
En aquellos días dijo Isaías:
«Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi
barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el
rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado ?
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R/.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes
lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11.
Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.