Profundiza en tu oración: Isaías 50, 4-9a; Salmo 68
PRIMERA LECTURA
No me tapé el rostro ante ultrajes
Lectura del libro de Isaías 50, 4-9a
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Tengo cerca de mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 (R/. 14c y b)
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para
mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R/.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de
gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro
corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R/
No me tapé el rostro ante ultrajes
Lectura del libro de Isaías 50, 4-9a
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Tengo cerca de mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 (R/. 14c y b)
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para
mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R/.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de
gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro
corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R/