Profundiza en tu oración: Isaías 49, 1-6; Salmo 70
PRIMERA LECTURA
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra
Lectura del libro de Isaías 49, 1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.»
Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le
trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios
fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17 (R/. cf. 15)
R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo,
líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.
Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra
Lectura del libro de Isaías 49, 1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.»
Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le
trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios
fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17 (R/. cf. 15)
R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo,
líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.
Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R/.